SINTONIZANDO EL ALMA

Noches de verano en la costa

La autora reflexiona sobre la desmesura con la que muchos adolescentes viven las noches del verano. Advierte sobre la necesidad de que los adultos dejen de naturalizar ciertos hechos e intervengan para propiciar un cambio.

Vine con mis hijos, mi ahijado y varios de sus amigos, todos adolescentes de entre 15 y 19 años, a veranear a la costa argentina. Terminadas las vacaciones, no hay manera de escapar a la pregunta: ¿Qué está pasando?
En realidad sí podemos obviar la pregunta, porque un mecanismo que se asemeja al conocido experimento de la rana y el agua caliente, nos hace acostumbrarnos a casi todo. El tema es así: si se echa una rana en un recipiente con agua hirviendo, ésta salta inmediatamente y logra salvarse. En cambio, si la rana está en un recipiente que contiene agua a temperatura ambiente y la vamos calentando hasta que hierva, la rana va adaptándose a la temperatura, va perdiendo el sentido y finalmente muere achicharrada. Sea este cuento un experimento científico o una fábula, nos ayuda a pensar en lo letal de naturalizar las conductas ambientales que nos hacen mal.
Vuelvo a la pregunta: ¿Qué está pasando en gran parte de los adolescentes que viven con desmesura la noche del verano? Cada mañana vemos en los diarios algún incidente violento que ocurrió en Mar del Plata, Villa Gesell o Pinamar -cuna de la movida a esa edad-. Cuando escuchamos cuentos de la noche anterior de nuestros hijos, solemos enterarnos de que "a tal lo llevaron con doble fractura de mandíbula porque lo trompearon", "me robaron la billetera y de tanta gente y tanto alcohol ni me di cuenta", "la ambulancia se llevó a dos chicas borrachas e inconscientes". Noche tras noche cuentos similares.
La adolescencia no es más que otra etapa del crecimiento. Una etapa de transición entre la niñez y la juventud. No son marcianos, son el producto de la infancia y la proyección a la adultez. Algo está pasando en las otras etapas para que ésta se viva así. No voy a detallar lo que pasa, los shots de vodka en la previa, la previa de la previa esperando hasta las 2 de la mañana cuando todo empieza, la venta indiscriminada de bebidas a chicos desde los 13 ó 14 años, los baúles abiertos de autos con bebidas blancas potentes y destructivas para un hígado tan vulnerable como es el de alguien que aún se está formando. Me interesan más bien quienes observamos esa situación y, como quien filma una pelea, somos casi tan responsables como quien se pelea. Y esos que sabemos lo que pasa y que nos sentimos que "no podemos hacer nada" somos los adultos. Entonces escuchamos conversaciones en la que nosotros mismos, naturalizamos el hecho, hasta nos reímos de los cuentos de nuestros hijos y no logramos poner límites.
Todo esto tiene razones multidimensionales... Pero está claro que algo falla. Hay dos troncos fundamentales en la educación y son el amor y la ley. Cuando el amor no ha logrado cimentar la confianza en uno mismo y cuando la ley no ha logrado ordenar e integrar al sujeto de manera coherente, algo se desordena y se busca indiscriminadamente.
Me remite a recordar parte de una frase de la película inglesa Calvario, donde Brendan Gleeson, su protagonista, expresa: Todos buscamos que nos quieran. Si no conseguimos que nos quieran, buscamos entonces que nos admiren. Si no logramos que nos admiren, entonces buscamos que nos respeten. Si no nos respetan, entonces buscamos que nos teman.Y si no nos temen, entonces buscaremos que nos odien.
Necesitamos identidad para estar en el mundo. Y sobre todo el adolescente. Necesita ser y pertenecer. Diferenciarse. Y los pasos pueden ser éstos. Un adolescente prefiere una identidad negativa a no tener identidad. Pero la identidad se construye desde mucho antes. Ahí donde el amor y la ley -en términos psicoanalíticos- se hacen necesarios e imprescindibles, como el alimento. Si no logran que los quieran, seguirán en la búsqueda de ser alguien a través de lo que dice el personaje de Calvario y si no existe una ley fundante en la educación la irán buscando en los patovicas, la policía y hasta la cárcel. Paremos a tiempo. No nos durmamos como las ranas en aguas engañosas. Funcionarios, padres, maestros, empresarios, cada cual sabe lo que puede aportar para ir cambiando esta noche que ni siquiera muchos de los propios involucrados elegirían.
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