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Las debilidades de Hillary: falta de credibilidad y resistencia machista

A diferencia de Trump, la candidata demócrata es fuerte dentro del partido. Su problema son los independientes y un electorado centrista republicano que rechaza al magnate, pero todavía hoy asocia a los Clinton con la impunidad. A la convención de Filadelfia llegó con más baja popularidad que sus antecesores Al Gore, Clinton, Obama y Kerry.

Quizás no tenga los doctorados de los académicos de Harvard. O la experiencia en el terreno de quienes han cruzado, y más de una vez, la puerta giratoria entre Washington y los think tanks de la ciudad capital. Y sin embargo, el razonar sencillo de Diddy, infundido de pasión más que de estadísticas, sirve para reflejar uno de los tantos pensamientos en las calles de Filadelfia.

A la espera de los delegados en el aeropuerto internacional de la Ciudad, la voluntaria afroamericana que ronda los 60 y viste una chomba azul demócrata, se prestó al diálogo. Incluso al debate.

"Donald Trump tiene éxito porque se muestra como es, siempre fue así. Hillary tiene que dejar de verse como un ama de casa, tranquila, y mostrar fuerza: hay muchos acá que tienen miedo, miedo a lo que pasa en el mundo, miedo a lo que sucederá acá. Ella tiene que demostrarles que puede ser fuerte", opinó.

No es difícil entablar conversación con un desconocido en esta ciudad de Pensilvania. En las mesas públicas del mercadito sobre Market St. donde se cruzan acentos de todo el mundo a la hora del almuerzo, en el asiento compartido de la Broad Street Line rumbo al Wells Fargo Center, todos tienen algo que decir sobre Hillary Clinton y la carrera a la Casa Blanca. Están los indecisos. Los convencidos. Y luego los que suenan como Diddy.
 

Clinton llegó con baja popularidad a Filaldelfia. Muy por debajo de Al Gore y Bill Clinton en 2000 y 1996; de Barack Obama, en su reelección de 2012; John Kerry, en 2004, y hasta su propio marido, en 1992. Si la escala fuera un rascacielos, entonces Hillary saludaría desde un subsuelo. La buena noticia para ella es que a Trump tampoco le va mucho mejor. Sí es cierto que luego de Cleveland algunas encuestas dieron vuelta la puja y lo pusieron hasta seis puntos delante.

Pero es un rebote natural luego de las convenciones. Clinton, a diferencia de Trump, es fuerte dentro del partido. Su problema son mayormente los independientes. Y un electorado centrista republicano que rechaza al magnate pero todavía hoy asocia a los Clinton con la impunidad. No los perdona.

Las últimas encuestas arrojaron una gran diferencia entre su imagen positiva y negativa, a favor de la segunda: 56 por ciento para YouGov y CBS y un 55 por ciento de acuerdo a la CNN. En rigor, los números no difieren tanto si se contrastan con las tendencias favorables/ desfavorables de Hillary a lo largo de su vida pública. El portal de noticias VOX descubrió un patrón particular: "Estados Unidos ama a Clinton cuando la ve como una Primera Dama activa. La quiere más como una esposa presidencial. Y todavía más como una esposa presidencial traicionada".

La abraza mientras cumple un papel conservador. La defenestra ni bien pone un pie en la arena política, sea con la Reforma Sanitaria de principios de los '90, su banca como senadora por Nueva York, o ahora, que pretende quebrar ese techo de cristal para las mujeres en la Casa Blanca.

¿Hay una resistencia machista a una Comandante en Jefe? En parte, pero no sólo eso. Larry Sabato, uno de los analistas más agudos de la política doméstica, tiene otra mirada: "Hillary Clinton se ha negado a admitir, durante 25 años, que tiene la obligación de contar su lado de la historia", aseguró al Huffington Post.

No lo hizo en el pasado, tampoco fueron sustanciales sus explicaciones sobre el escándalo del Emailgate, o sobre la crisis libia que costó la vida al embajador Chris Stevens y otros estadounidenses en Bengasi. Y eso le resta credibilidad en el marco de una ya vapuleada solidez de las instituciones políticas en general. Para Sabato, que lleva un registro de la confianza en los candidatos desde los' 50s, los Estados Unidos se enfrenta a una elección sin precedentes, por el menos desconfiable.

"Es un lobo en piel de cordero, no es lo que parece. Ahora les habla a los afroamericanos y a los hispanos porque los necesita, pero fue durante el gobierno de los Clinton que aumentó la población en las prisiones ", criticó Yolanda González, delegada demócrata por California. En Filadelfia, el equipo de Hillary no quitó sus ojos de la delegación de Vermont. Bernie Sanders midió y amagó pero, al final de cuentas, no embistió. Cuando tuvo que cumplir su papel, fue claro: pidió el voto para Hillary y hasta promovió la moción de elegirla por aclamación. No todos quedaron contentos con esto dentro del movimiento.

Hubo delegados de Sanders agitando las banderas de sedición en forma insistente, pese al llamado a la unidad de su líder. Levantaron carteles contra el Acuerdo Transpacífico y se cruzaron más de una vez con los electores de Clinton. El fantasma de los DNCleaks, la filtración de correos del Comité partidario a favor de Hillary sobre Sanders sumó densidad al clima ya espeso de un verano dantesco en Filadelfia. Y en la antesala de la votación, mientras todos aguardaban en la calle los micros hacia el estadio, uno de los delegados del Feel the Bern se paseó por delante, cantando en un pegadizo "She lies, she steals, she keeps our votes!" (Ella roba, miente, se queda con nuestros votos"). Una fractura expuesta en el partido con menos de cuatro meses para sanar.

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