La relación con el dinero: qué se esconde detrás del avaro y del gastador

La autora cuenta que quien padece el síndrome del caño roto busca boicotearse por miedo al éxito, mientras que el tacaño se aisla del mundo. En este manual práctico, ofrece un arsenal de tips, sugerencias y tests para optimizar la relación con la plata.

"Gastar sin medida ni planificación, por puro impulso, constituye una actitud autoboicoteadora. Dado que, para planificar casi todas las cosas, desde un pequeño viaje hasta la compra de una casa, se necesita plata, quien padece el síndrome del caño roto tiene una casi total capacidad de planificación referida a las cosas materiales. Es posible que sueñe con una casa, un auto, muebles o ropa de buena marca, pero jamás podrá acceder a esos bienes, porque jamás diseñará un camino a esos bienes.
El autoboicoteador es una persona que, básicamente, le teme al éxito; y la concreción de un plan personal, sin que importe su magnitud, constituye un éxito. Freud escribió, al respecto, un trabajo que se llama "Los que fracasan cuando triunfan", que pone en evidencia lo difundida que está la patología de que, aunque no se dé cuenta de que lo hace, sabotean cualquier logro personal.

En general, un éxito lo hace sentir expuesto: si se compra la casa con la que sueña, es probable que concrete también otros sueños vagos, como casarse, tener hijos o tener éxito profesional, y el autoboicoteador se siente incómodo en todas las situaciones en las que le toca ser protagonista. No se siente merecedor de ese protagonismo, y esto puede suceder por distintas causas: porque, en su infancia, ha recibido mensajes familiares frenadores que le impiden el crecimiento pleno; porque, en su familia de origen, el protagonismo lo tenía otro de manera incuestionable y no cedía jamás ese lugar central; porque una autoestima baja no le permite tener la autoconfianza suficiente que se necesita para alcanzar un logro; porque cierta inmadurez emocional lo lleva a comportarse como un niño que no puede asumir responsabilidades.

Averiguar las causas es una experiencia sumamente interesante que requiere la intervención de un terapeuta, pero siempre les digo a mis pacientes -y también a mis lectores- que, con saber cuáles son las causas pasadas de una conducta presente no alcanza; es preciso modificar la conducta, y que la solución debe ponerse en práctica de inmediato, incluso si aún no se ha determinado por completo el origen de la dolencia, ya que ésta es multicausal. Siempre hago esta comparación: si alguien se ha subido a una cornisa y amenaza con tirarse, lo primero que hay que hacer es sacarlo de ese lugar y, luego, podrán y deberán implementarse tratamientos destinados a establecer las causas y evitar que el suceso se repita. De la misma forma, ante una conducta autodestructiva de otro orden, quien la padece, en primer lugar debe salir de la situación de riesgo. Y para salir de la situación de riesgo es preciso poner manos a la obra (...).

(...) El avaro es una persona que le tiene miedo a la vida, que prefiere cerrarse, literalmente, al mundo, antes de que éste lo lastime. Juntar avariciosamente el dinero es una forma, dentro de su psicología, de conjurar el azar: aunque vengan tiempos de vacas flacas. Estas personas siempre tendrán con qué sobrevivir, no pasarán necesidades nunca, no se verán expuestas a los vaivenes económicos. En suma, su dinero es una especie de vacunas contra las contingencias de la vida.

Pero el dinero, en este caso, representa mucho más que un valor material. Actúa a modo de una suerte de refugio nuclear capaz de preservar a su poseedor de futuros desastres. Si guarda su dinero, podrá disponer de él en el futuro (aunque quien tiene los bolsillos clausurados nunca considerará que habrá llegado el momento de gastar lo que juntó). Si guarda su amor, nadie podrá robárselo. Si no se arriesga en el juego del amor, jamás perderá el corazón ni la cabeza y, en consecuencia, jamás se decepcionará.

El guardador se siente extremadamente vulnerable ante el mundo y hace de la acumulación una forma de preservarse de males, tanto económicos como afectivos. Cree que la única forma de tener algo es por acumular, y acumula porque poseer le da sensación de seguridad. En el fondo, igual que el gastador compulsivo, es una persona con la autoestima baja que cree que corre el riesgo de perderlo todo, desde el dinero hasta el amor y, por lo tanto, acumula lo único que se puede acumular, desde plata hasta botones viejos.

Su acumulación encubre miedo a la decepción y al desamparo y, por ende, a la entrega afectiva (...).

(...) Como ya lo mencionamos en un capítulo anterior, suele decirse que "el dinero no hace la felicidad, pero calma los nervios". Este refrán suele aplicarse, con frecuencia, a las parejas. Aseguran que, con prosperidad, todo es más fácil. Cuando la cuenta del banco es abundante o, por lo menos, suficiente, no hay privaciones, y las necesidades básicas cubiertas; según se cree, las parejas tienen el ecosistema perfecto para vivir en plenitud.

Sin embargo, el algunas ocasiones, esta creencia popular no coincide con la realidad. Cada pareja necesita determinadas condiciones ecológicas para encontrar su plenitud. Cada pareja necesita nutrientes específicos. Así como las azaleas florecen en tierras de alto grado de acidez, y los limones dan sus mejores frutos en esas mismas condiciones, algunas parejas alcanzan la plenitud en terreno árido.

Basta con observar con detenimiento los ejemplos que encontramos a nuestro alrededor. ¿Quién no conoce una pareja que, teóricamente, lo tiene todo para ser feliz, es decir, salud y dinero en abundancia y, sin embargo, no lo es? ¿Y quién no conoce una pareja que permanece unida aun en medio de la mayor adversidad económica?

¿Cómo se explica que, supuestamente, teniéndolo todo, una dupla amorosa no pueda disfrutar, de a dos, lo que tiene? La respuesta a esta pregunta se encuentra, en gran parte, en la concepción que cada pareja tiene del dinero y en las vivencias que hayan experimentado con respecto a él. Cada integrante de la pareja tiene su propia historia y su vínculo con el dinero en forma individual. Al formarse una pareja, cada uno trae su bagaje, que no siempre coincide con la cosmovisión y vivencias del otro con respecto a éste. Hay cosas del pasado que pueden hacer ruido en la actualidad de la pareja, que no tienen nada que ver con ésta. Además, hay mensajes explícitos e implícitos hacia el dinero que cada uno trae de sus propia familia.

En mi consultorio he comprobado que, contrariamente a los que suele creerse, hay parejas que decaen o entran en conflicto cuando comienzan a conseguir la prosperidad por la que lucharon tanto tiempo. Otras, en cambio, no son capaces de sortear juntas obstáculos de tipo económico. En esto también influye el concepto del dinero que cada integrante aporta que proviene de su familia de origen y, por supuesto, también de su expectativa personal. Lo cierto es que así como la prosperidad no garantiza una pareja unida, las adversidades económicas no necesariamente representan condiciones negativas para la plenitud de a dos.

Sin embargo, el dinero es considerado socialmente como una fuente indiscutible de felicidad, y la prosperidad es el bien más deseado, basta con observar que existen múltiples ritos para alcanzarla. Los fieles visitan a San Cayetano para pedirle trabajo. Hay quienes el día 29 de cada mes comen ñoquis y colocan dinero debajo del plato en la creencia -nunca comprobada- de que ese ritual casero atraerá la fortuna. En el norte, el símbolo de la abundancia de origen aimara es el ekeko, que, además de la prosperidad, se considera que influye también positivamente sobre la fecundidad, dos términos que, en el imaginario colectivo, están muy asociados. Prueba de ello es que, en nuestra sociedad, los hombres suelen asociar potencia sexual con dinero. ¿Por qué, entonces, hay parejas que florecen en la adversidad y otras que se marchitan en ella? ¿Por qué hay, además, parejas a las que la prosperidad separa? Poderoso y misterioso caballero es don Dinero (...)

Psicóloga

Beatriz Goldberg es licenciada en Psicología, especialista en crisis individual y de pareja. Es autora de varios libros, conferencista y columnista de radio y televisión. Asiduamente es convocada por los principales medios de comunicación de Latinoamérica por su facilidad de llegada a diferentes públicos. Entre varios libros, publicó Parejas tóxicas; Cómo encontrar pareja y no morir en el intento; No le tengo miedo a los hombres, Dr. Freud; y Suegras, técnicas para la supervivencia.
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