LIBRO DE AUTOR

Cristina Pérez: "El Gobierno de los Kirchner puso a los medios en el lugar de la oposición"

En su segundo libro de ficción, la periodista Cristina Pérez describe una trama de conspiraciones políticas, negocios financieros, espionaje, redes virtuales de activismo social y crímenes irresueltos, que se parecen asombrosamente a la realidad. En diálogo con 3Días, la autora opina sobre el rol del periodismo de investigación como interpelador del poder.

Desde hace más de 10 años es la cara femenina del noticiero con mayor ráting de la televisión, y -aunque no lo aparenta- hace más de 20 que trabaja como periodista . Pero además, Cristina Pérez tiene corazón de actriz (encarnó a la mítica reina de Egipto en Antonio y Cleopatra, durante el festival de teatro Shakespeare en 2013), y de escritora. "Tengo varias vocaciones, pero la primera es la lectura, por eso siempre me gustó escribir", confiesa en una charla con 3Días, a poco de presentar su primer novela: El jardín de los delatores.

El libro es una mezcla de ficción y realidad, con toques de thriller, conspiración política y espionaje. Aunque está situado en la Argentina 2026, los sucesos que narra, bien podrían ocurrir hoy. Una red de espionaje del Gobierno que se infiltra en una organización virtual de ciudadanos "globales", a la que considera una "amenaza" para su continuidad en el poder. La misteriosa muerte de un periodista que estaba investigando el caso desencadena una trama de corrupción, ocultamientos y delaciones en la que no faltan las historias de amor y sexo.

Más sobre el libro: Espionaje


El argumento de tu libro se parece bastante a la realidad. ¿Cuánto hay de ficción y cuánto de periodismo?

- Empecé a escribirlo hace dos años. Lo entregué en diciembre del año pasado, y cuando estalló el caso Nisman me dió un poco de escozor... Ya mientras lo estaba escribiendo había algunas cosas que me impactaban de la realidad. La primera es la sensación de que el mundo se está volviendo un lugar transparente, sin privacidad; donde los Estados Unidos espía a Angela Merkel por poco en la ducha; se conocen las revelaciones de (Edward) Snowden, y en la Argentina surge el caso (César) Milani; se agigantan los presupuestos para inteligencia y se empieza a hablar del proyecto X (N.de la R.: una base de datos manejada por Gendarmería con información sobre militantes sociales). Al mismo tiempo, se encendía un discurso contra el periodismo, y una estigmatización de algunos colegas que me parece peligrosa.

El protagonista de tu novela es un periodista que investiga a una red de intereses políticos y económicos. ¿Te inspiraste en un caso real?

- La trama del libro tiene reminiscencias con el caso Cabezas. Y hay muchos elementos que tomé de la realidad. Los integrantes de la red de ciudadanía global triple W se manejan con una criptomoneda creada por un acuerdo entre China y los Estados Unidos para desplazar al Bitcoin. El comercio mundial se mueve en torno al grafeno, una materia prima indispensable para la industria tecnológica, y el contexto es el de una crisis energética global... Varias de estas cosas están pasando. Sólo que en la ficción una puede soltarse más y decir más cosas de las que sabe...

Y volviendo al periodismo, ¿cómo ves hoy la profesión?

- Estamos pasando por tiempos muy duros. El gobierno de los Kirchner, que lleva más de doce años en el poder, puso a los medios en el lugar que le toca a la oposición política. Y confunde adrede a los empresarios de los medios de comunicación con los periodistas. Lo más grave es que se tergiversó el verdadero rol del periodismo, que no es ser militante de una causa, sino el de informar a la ciudadanía, recabando datos y haciendo preguntas, muchas veces molestas. Esa misión que tenemos trasciende a los partidos, organizaciones empresariales e idoelogías y tiene que ver con un requisito pre-existente a la democracia, que es la libertad de expresión. No hay una sin la otra.

Si comparás a este con otros gobiernos democráticos, ¿creés que ahora hay más o menos libertad de expresión?

- Yo hace más de 20 años que trabajo como periodista. En los 90 lo hacía como movilera, en la calle. Le ponía el micrófono y le hacía preguntas a presidentes y gobernadores. Hace más de una década que no le hago una pregunta al presidente o presidenta. Y eso no me parece normal. Creo que los gobernantes nos pusieron en una trinchera por hacer nuestro trabajo. Estamos para cuestionar y escarbar lo que ellos esconden. Para los elogios están los departamentos de prensa y de propaganda, que bastante plata gastan en ellos.

Como tucumana, ¿cómo seguiste las elecciones en tu provincia?

- Tucumán no es un caso aislado, es una muestra de lo que nos está pasando. En las elecciones, más que recuento de votos, hubo un recuento de irregularidades. Esto daña a la democracia. Quita legitimidad al próximo que asuma, aunque lo haga en la legalidad. Y lo más triste es que no están haciendo los cambios necesarios de cara a las elecciones de octubre. Que no me digan que no hay tiempo. Porque cuando el Gobierno quiere que salga una ley, la saca en tiempo récord, como lo hizo con la ley que restringe la venta de acciones del Estado en las empresas. En política el tiempo es voluntad, y acá no hay voluntad de cambiar las cosas.

Como periodista, ¿qué temas te obsesionan?

- Hay varias temáticas que sigo, como la libertad y la educación. En cuanto a casos, los que más me conmueven son los de femicidio. Es increíble, pero no tenemos derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, no accedemos a la salud y a la educación en la misma medida que los varones, y en el trabajo, para ganar lo mismo tenemos que batallar el doble. Del 2008 a hoy hubo más de 2.000 femicidios, y recién se estableció una ley por la presión social plasmada en una marcha que organizó un grupo de mujeres periodistas.

¿Y cuál fue el caso que más te conmovió?

- El caso más impactante que cubrí fue el de la AMIA. Fuimos el tercer móvil en llegar. Ese fue el atentado más grave de nuestra historia y pasaron 20 años sin ser esclarecido. No es casual que el último fiscal que lo investigó haya muerto en circunstancias dudosas. Para mí, Nisman es otro muerto de la AMIA. Que la Justicia avance más en investigar sus cuentas en el exterior que en esclarecer su muerte es sintomático. Si tenía cuentas afuera o lavaba dinero, me hubiese gustado que lo investigaran antes, porque además, a Nisman lo puso el Gobierno.

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